miércoles, 16 de noviembre de 2011

Rosquitas de Añoranzas

Ver y escuchar a una adolescente contar una anécdota familiar que trajo a colación gracias a un chocolate con canela que bebía en ese momento, me hizo recordar las ricas manducas hechas por mi abuela, sentí en ese momento como especie de un yunque recorrer mi garganta, las lagrimas abrazaron mis ojos e incontenidamente y visiblemente llena de nostalgia hable de las Manducas.

Al llamarlas por su nombre criollo, mis amigas citadinas quedaron como pajarito en grama por lo que debí explicarles que por los lados de Pto. Cabello, específicamente en El palito, paso obligado de Morón hasta Valencia, Edo Carabobo, lugar que seguramente abrían transitado para ir a las playas de Falcón, era muy característico las ventas de empanadas, pero lo más curioso son las de arepitas dulces.

Las manducas son típicas en San Felipe, estado Yaracuy, hechas con los mismos ingredientes de las arepitas dulces, con la diferencia que en esta región se le agrega el plátano maduro a la masa y se elaboran en forma de rosquitas.

No hay un sitio comercial específico donde se puedan adquirir, pero sin falta es muy frecuente que en los hogares sanfelipeños se hierva el papelón con el anís, en lo que este frio se tritura un plátano madurito crudo y se le anexa a la mezcla al igual que la harina de maíz, después de amasar bien se hacen unas tiritas como de un centímetro de grosor, y se une cada extremo en forma de roscón y es llevado inmediatamente a la sartén con abundante aceite caliente, es cuestión de minutos su cocción y son espolvoreadas con azúcar si el comensal lo prefiere.

Ideal esta deliciosa comida para las meriendas y hasta para los desayunos, acompañada preferiblemente con café guayoyito.

Las oyentes comparaban la receta con las rosquillas gallegas y otra cantidad de dulces españoles, a lo cual diferencié inmediatamente, el hecho de llevar plátano maduro le daba un toque personal y absolutamente autóctono de la región Yaracuyana y perecedera a través del tiempo.

Maiz: Oro en Grano

El maíz era un alimento básico de las culturas indígenas americanas muchos siglos antes de que los europeos llegaran a América. En las civilizaciones maya y azteca jugó un papel fundamental en las creencias religiosas, en sus festividades y en su nutrición.

Actualmente se cultiva en la mayoría de los países del mundo siendo la tercera cosecha más importante después del trigo y el arroz en la dieta popular.

Los granos, las hojas, las flores, los tallos, todo es aprovechado
para la fabricación de múltiples productos: almidón, aceite comestible, papel, edulcorante alimenticio, pegamentos, cosméticos, forraje, bebidas alcohólicas, levaduras, jabones, antibióticos, caramelos, plásticos e incluso, desde hace poco, se emplea como combustible alternativo a la gasolina, más económico y menos contaminante.

Este tesoro dorado es absolutamente reconocido en las tierras de María Lionza como ingrediente base de variados y ricos platillos muy consumidos por los yaracuyanos y sobre todo de uno muy típico que es la cachapa con queso de mano y cochino.

Recientemente visité una casa de vivienda rural en Camunare, tierra del barro y las vasijas, municipio Arístides Bastidas, Edo Yaracuy. La dueña de la casa, la señora Hilda, con 70 años a cuestas, piel tostada, cabellos lisos se ve que extensamente largos por un moño tipo cebolla que lo recoge y por su color cenizo, lleva 30 años sustentando a sus 8 hijos a punta de cachapa y hallaquitas envuelta en las hojas del jojoto, productos que elabora y vende en el patio de su casa junto a sus hijos quienes le ayudan a desgranar, moler, mezclar, cocinar, envolver y vender esos deliciosos manjares criollos.

La Sra. Hilda tiene además de 12 vacas lecheras en su enorme patio un pequeño sembradío de maíz y un rústico horno donde se aloja la madera usada como leña y sobre éstas las planchas donde cocinan las cachapas bajo una estructura hecha al descuido con columnas de troncos, techo de caña brava, piso de tierra oscura, el cual de vez en cuando es rociado con agua para no levantar sospecha.

Desde muy temprano se desnudan las mazorcas del maíz, tratando sutilmente su envoltura ya que es usada como vestimenta para las hallaquita. Luego de hacer ese proceso con más de 20 sacos, se desgrana esa vistosa mazorca con lo que se utiliza un cuchillo, seguidamente inicia la labor de disgregación del grano, cuando ya se ha molido en su totalidad trabajo que es largo y muy tedioso se empieza su preparación, el resultado debe ser una masa de aspecto un poco grueso y ordinario, por lo que se le debe agregar sal y azúcar al gusto y un poco de agua para que la mezcla quede con consistencia espesa, pero suficientemente fluida para que al colocarla sobre el budare se expanda por su propio peso.

La gente que acude al caserío en busca de cachapas puras, nada de ligas, tienen el placer de apreciar la elaboración, ver a la Sra. Hilda engrasar el budare con una tusa impregnada en aceite cada vez que se va a hacer rondas de cachapas, luego verter con un cucharón en las negras y brillantes planchas alrededor de una taza de la mezcla, extendiéndola un poco hasta formar una tortilla, que al crearse burbujitas en toda la superficie, es volteada con una espátula para cocinarlas por el otro lado hasta dorar. Aproximadamente 1 minuto por cada lado. Y por último las llevan hasta unos grandes paños donde las mantienen calentitas si es que no salen inmediatamente a la venta.

Un detalle que no olvidaré es que mientras esperas que estén listas las cachapas, que ya por el simple aroma sabes que serán toda una delicia, la robusta mujer mete entre la leña varias mazorcas para que se cocinen tomando un tono tostado, y las ofrece a sus comensales para que pasen la espera entretenidos devorando esos granos dorados con sabor a patio, a leña, a abuela y a tradición.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Comida tradicional Yaracuyana de ayer, hoy y siempre


Tierra húmeda en donde el más friolento se vuelve caliente, de costumbres sencillas e ingeniosas, con un pintoresco dialecto usado en la vida diaria e implementación de los más tradicionales juegos populares, de esa forma se presenta Yaracuy, de suelo pujante, proveedor de las más ricas y dulces frutas, verduras óptimas y la mejor caña de azúcar de la región.

La capital del estado, lleva por nombre San Felipe, que en otrora luego del terremoto de 1812, por su garra al no dejarse morir tras el devastador desastre natural, recibió por nombre San Felipe El Fuerte.

Desde su fundación, se conoce que las principales actividades económicas desarrolladas por los pobladores de estos dulces y húmedos valles, correspondían al cultivo de cacao, siembra de tabaco, conuqueros de maíz y frutos menores, así como trapiches de caña de azúcar y artesanos; refleja que en el presente siglo se han arraigado en el espacio geográfico los ya existentes y nuevos cultivos intensivos como lo son el maíz, el café, el banano y la caña de azúcar, así como la producción de frutas y legumbres destinadas al consumo local.

Yaracuy es un estado que se muestra tímido en cuanto a su desarrollo industrial y se ruboriza siendo el primero y uno de los más importantes productores de la palma africana, caña de azúcar y maíz. Sin olvidar la ganadería y lo que ésta deriva, ya que se ha convertido en la esmeralda del anillo, siendo este rubro uno de los más significativos en la región económicamente hablando, formando parte imprescindible de la gastronomía criolla yaracuyana.

Uno de los más tradicionales platos venezolanos para la época decembrina, la hallaca, según fuentes orales yaracuyanas, destacan que en esta ciudad se le incluye un ingrediente autóctono que son los quinchonchos, y esto debido a que estas tierras son ricas productoras tanto de cereales como de leguminosas. Igualmente se hace referencia a otra comida típica, que son las cachapas donde su principal ingrediente es el grano del maíz. En el mismo rango de los cereales, se consume regularmente el pastel de jojoto, así como la sopa de arroz. También es muy típica la dulcería a base de esos principales rubros, como lo es el pan de horno, la mazamorra, el majarete y el gofio. Dichos platillos son elaborados y consumidos desde épocas antiguas y su principal actor es el grano del maíz.

El plátano es un ingrediente fundamental en la cotidiana cocina sanfelipeña y yaracuyana, dejando de su sabroso dulzor un pastel de tajada, el churruchuchú, receta elaborada a base de plátano maduro en almíbar con especies dulces y queso blanco rayado, el pavito y los tradicionales cambures pasados. Eso sin dejar a un lado el plato típico del país que es el pabellón, que quizá en San Felipe se consumé mucho más en los hogares, acompañado de pasta, que sustituye al tradicional arroz.

Los bollos pelones, según fuentes bibliográficas e incluso audiovisual, se apoderan del número uno en la lista de la comida típica sanfelipeña, aunque muchos de sus pobladores no estén de acuerdo con ese nombramiento y sí apoyan la cachapa, la torta de pan viejo y la tradicional sopa de arepitas.

Es importante destacar toda la producción agrícola del estado y sobre todo de San Felipe, ya que por medio de ella se puede saber de dónde se originan, el porqué y si aún tienen vigencia sus platos típicos ente sus pobladores.

Sin duda hay una amplia variedad en cuanto a la comida típica y tradicional de San Felipe existente en épocas pasadas, y siendo así llama mucho la atención que no sean platillos arraigados y conocidos entre sus moradores en la actualidad, que cada cual reconozcan a algunos de estos ingredientes de forma aislada y no como representante de la cultura culinaria del estado y su capital, será que no hay sentido de pertenencia en cuanto a ese tema y que los yaracuyanos han adoptado platillos de otras localidades como suyos.