En el principio de los días, enardecidos ante El que todo lo puede, clamaban justicia los elementos.
—No es justo —decía la tierra—. Yo tan pesada, tan sucia. ¡Me cuesta tanto moverme!
— ¿De qué te quejas Tierra? Tienes la posibilidad de estarte quieta sin ser molestada y entre tanto, construir cauces llanuras y montañas. Para moverte, pide ayuda al agua que te disuelve en pantano o te arrastra como arena diminuta. Si estás muy apurada te arremolina el viento y en forma de nube te lleva lejos. Y mientras duermes fecunda, anidan las semillas en tu oscuro seno, donde se renueva a cada instante el misterio de la vida y la muerte. El agua verterá en ti el alimento para que seas raigambre de pastos, frutales y árboles milenarios. Tienes la misión de dibujar el mundo y servirle de asiento donde marcar su huella.
—No es justo —decía el agua—. Soy tan transparente que no puedo guardar secretos. No puedo caminar, solo puedo fluir incansable por donde me ordena la tierra.
— ¿De qué te quejas agua? En una sola de tus cristalinas gotas existe un universo invisible de donde nacerá la vida. La tierra será tu fiel compañera. Será tu casa, tu descanso y tu rumbo. Cuando desees separarte de ella, te calentará el sol hasta transformarte en nube y viajarás lejos adonde el viento te lleve. Cuando tengas frío, te derramarás en lágrimas como hijo pródigo sobre la madre tierra.
—No es justo —decía el fuego—. Tengo que esperar a ser descubierto.
— ¿De qué te quejas fuego? Existes desde el primero de los días cuando exclamé: ¡Que se haga la luz!
Durante el día, te recluta el sol que te sostiene a una distancia suficiente para brindar luz y vida al mundo allí abajo. Viajas en el aire, en el agua, en cada corpúsculo de tierra como diminuta chispa que al contacto gesta y alumbra todo lo vivo. Y durante la noche te desparramas en estrellas, te contemplas enamorado en el espejo lunar.
—No es justo —decía el aire—. No tengo descanso. Soy tan liviano que no puedo dejar de moverme. No tengo una casa para guarecerme ni una cama donde soñar.
— ¿De qué te quejas aire? Eres el mensajero del universo. Viaja en ti la palabra y la música. Y cuando descansas, sostienes cometas, inflas velas que surcan los océanos, te arropas de agua en burbujas y espuma.
—No es justo —seguían repitiendo—.
Y sin escucharlos, decidió Dios que hasta el fin de los días, no podría alguno vivir sin los otros.
Juntó primero agua y tierra para formar barro y modelar sus cuerpos, con una chispa de fuego les concedió el movimiento y la vida y por último ya cansado, suspiró incrustando en ellos un pedazo de su alma.
Nora Palacios