Un día se aceptaron en un programa cibernético social y desde entonces no se habían dejado de comunicar. Nunca habían hablado, sólo compartido el ruido y el silencio.
Pasaban horas sentados enfrente de sus computadoras, con las cámaras encendidas, escuchando lo que hacía cada uno detrás de la pantalla.
Dos soledades conectadas que se necesitaban sin saberse. Les bastaba creer que no estaban solos en el mundo y que no importa cómo sean o qué hagan, hay alguien del otro lado que también está siendo y haciendo lo suyo.
Dos vacíos que se llenaban con el silencio o el ruido del otro.
No hay significados entre ellos, no los necesitaban.
Una noche no había ruido del otro lado, sólo un tormentoso vacío, una máscara sin cara, una puerta sin habitación, un lago sin agua. No pudo tolerar la falta de ruido y se atrevió a acabar también con el silencio.
Raquel Abend
no estoy muy segura de entender el final, pero me encanta el efecto de conexión que la narrativa del cuento hace sentir. Me gustó mucho
ResponderEliminarTienes la habilidad de atrapar sensaciones, con tus palabras que pareces utilizar una red de cazar mariposas.
ResponderEliminarSaludos
Luis