jueves, 28 de mayo de 2009

Ahora o Nunca


La excursión a Roraima, dura seis días. Tres para subir, dos noches en la cima y dos días para bajar. Se preguntara Ud. el por qué del desequilibrio. Tiene razón. El cansancio, y la difícil topografía, hacen el camino en bajada doblemente difícil. Si Ud. como yo, tiene sus años, le recomiendo que no haga muchas preguntas, no vaya a ser que se asuste y decida no hacer la excursión que deseo recomendarle.

Durante el viaje en rústico desde Santa Elena hasta Paraitepuy, pueblo de donde sale la excursión, conocí a mis compañeros de viaje. La mayoría, eran montañistas experimentados. Para otros, subir al Roraima era el sueño de su vida, llevaban meses subiendo al Ávila con un morral cargado con el peso necesario en la espalda. Asustada, comencé a preguntarme, cómo había tomado yo la decisión de hacer este viaje. No tenía ninguna hazaña que contar.

—Resista Ud. el miedo hasta este punto. Le aseguro que en un instante, gracias a Dios, no tendrá ya vuelta atrás.

Al llegar a los cincuenta, las cosas que deseamos hacer nos persiguen, recordándonos que queda poco tiempo. No hay espacio para complejas deliberaciones. Las decisiones importantes se toman solas. Sin saber cómo, lo que considerábamos impulsivo e inmaduro toma forma y nos conmina: ¡es ahora o nunca!

Al bajarme del carro, recorrí con la vista el infinito espacio que me separaba del tepuy. Raptada por la belleza, abrumada por la majestuosidad del lugar, me rendí. La prudencia y la sensatez, ni hablar de la ponderación y la mesura, ya no estaban conmigo o se habían escondido. Se me ocurre que si pudiera recuperar en mi conciencia, la memoria del momento de mi nacimiento, estaría teñida de esta misma hipnótica resignación.
Ajusté mi morral y comencé a caminar.

—Déjeles ir adelante.
Las piedras del camino se convirtieron en mis compañeras , rosadas, terracotas, grafitos; romas y puntiagudas, rugosas y lisas. Algunas me servían de peldaños, otras me tendían una trampa resbaladiza. Entre ellas, en ocasiones, una hilera de pequeñas hojas verdes recortadas, caminaba incansable en larga fila, llevando su provisión al hormiguero, mientras cumplía riguroso el sol su jornada. A ratos, las piedras abrían paso a un mosaico de tierra roja apelmazada, surcada por infinitas formas, entonces podía mirar hacia delante para contemplar cómo crecía el tepuy o hacia atrás para regocijarme al ver el camino recorrido.
Cuando al atardecer llegué al primer campamento, me alivió comprobar que ya no faltaba nadie y sin embargo, ninguno me esperaba.

— ¡Puede Ud. ir de último con tranquilidad! No hay posibilidad de perderse. Hay un solo camino pactado entre la naturaleza y la huella repetida de tanta gente. El tiempo entre un campamento y otro ha sido calculado con soltura, para quien como nosotros, necesite detenerse a contemplar una planta o seguir con la mirada una hormiga, aprovechando para descansar de casa en casa, de trecho en trecho.

Completada la primera fase, el camino me había entregado claras instrucciones: poco a poco, un paso a la vez, te acompañas. Como en mi aventura cotidiana, allá con esfuerzo, aquí con deleite, había encontrado un lugar, el último; un ritmo, un paso a la vez; un tiempo, Suficiente.

Sumergida hasta mis hombros en el agua del río como en una gran bolsa de hielo, se adormecieron mis ampollas, se calmó mi cuerpo adolorido. El camino del día siguiente ya no sería sabana sino selva, recordé . Franco ascenso, la falda tupida del tepuy.

―No faltará quien le recuerde que el tercer día será el peor. ¡No pregunte!

Poco a poco y su eco. Poco a poco, pensé. Un paso a la vez. Me fui a dormir.
Amaneció despejado. Kukenán y Roraima , uno al lado del otro, más grandes pero aún lejanos. Comencé a subir sintiendo mis pasos como si aún soñara, acoplando mi corazón al mantra: un paso a la vez.

Selva. Sombra húmeda y amable. Telaraña de raíces sirve como escalones, troncos como pasamanos oportunos. Mundo extraño poblado de helechos con largos tallos imitando palmeras, sinuosas alfombras de musgos coloridos rociados de escarcha y aquel denso olor a niebla. De trecho en trecho se desnudaba el camino de vegetación, para revelar la anciana piedra del tepuy. Filosas rocas, grandes y pequeñas, sembradas o sueltas.

—Deberá tantearlas para saber si le sostendrán. Una piedra a la vez.

Grandes bachacos, arañas y ciempiés. Conocí también alguna mariposa imposible. La descubrí descansando sobre mi bota, cuando un resbalón me obligó a sentarme en una piedra, límite entre el camino y el abismo. Desde allí pude ver cómo el mundo había cambiado su forma y sobre todo sus proporciones. Abajo y a lo lejos, entre nubes, las diminutas casas de Paraitepuy y el largo camino hollado, sinuosa serpiente que aún mordía mis talones. A mi izquierda podía ver ahora cercano e inmenso como una constante aparición, el vaporoso salto del Kukenán. Ya no veía a Roraima. ¡Estaba sentada en él! Volví mi cabeza, chocaron mis ojos con una sólida pared estricta y vertical, que me obligaba a mirar hacia arriba. Allá, todavía lejos estaba imperturbable su cima. Poco a poco, un paso a la vez.

Ficción o leyenda, no me está permitido contar lo que siguió. Visión de otro mundo elemental, tan desconocido como si pudiera verme por dentro. Aún hoy, instantes de ilimitada soledad y belleza regresan a mi memoria; piezas únicas que pierdo y olvido cuando intento atraparlas.
¡Ahora o nunca! Momento permanente, dilatado y minucioso. Poco a poco, un paso a la vez.

Nora Palacios

5 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Me gustó mucho la manera en como vas penetrando el Tepuy y simultáneamente nos vas introduciendo en el relato. Logras manipular el tiempo narrativo de tal manera que sentimos la pesadez del comienzo cuando con expectativa comienzas el viaje, para luego dejarnos queriendo saber más, nos retas diciendo "Ficción o leyenda, no me está permitido contar lo que siguió" porque inevitablemente voy a tener que sumergirme en esa verde soledad para saber qué sigue.
    Un paso a la vez, que buena apología al esfuerzo y a la constancia.
    Creo que en el primer párrafo hay dos detallitos que revisar: la excursión dura 6 días pero relatas 7 días (parece discordante) y si el camino es doblemente difícil bajando ¿por qué tardaste menos?

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  3. nora, que emoción he sentido a lo largo del relato...! me gusta ese ahora o nunca, como recurso que te tira de uno hacía arriba, hacia adelante, hacia donde uno va...!!! esté donde esté. Incluso al final...!
    gracias por esa emoción

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  4. Caray! me haces dudar. Pura magia de las matemáticas.
    Dia1 sabana. NOche en primer camoamento
    Dia 2. falda del Tepuy. Noche en segundo campamento
    Día 3. Pared y llegada a la cima. Noche en la cima
    Día 4. Explorando la cima. Recuperando la memoria ancestral. Noche en la cima.
    Día 5. bajada de la pared y la falda. Noche en el primer campamento
    Día 6. caminata de sabana para regresar a Paraitepuy. Vuelta a la normalidad. fin del paréntesis.

    Que bueno que te diste cuenta de la paradoja!!
    Doblemente dificil y sin embargo en mucho menos tiempo. Así fue. Me costó llanto y rabia. Perdí la moral al llegar a la mitad del primer dia de descenso. De verdad llegue a pensar que no podía continuar. Solo después de llorar hasta agotar el miedo, tuve fuerza para continuar... un paso a la vez!
    Que gusto me da tu natural capacidad para "darte cuenta" y la naturalidad con que me lo regalas.

    Gracias

    Otra cosita... es verde la soledad?

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  5. Me gusta mucho el tono de la narrativa. El Roraima es como un personaje de la historia que se está siempre presente, retándote.

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