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domingo, 30 de mayo de 2010

Las Travesuras de Gordis y Flakis

Gordis y Flakis estaban muy aburridas en su casa, no hallaban qué hacer, iban del estudio a la nevera y de la nevera a la computadora, estaban en el cuarto viendo televisión y comiendo; el piso de la habitación lo tenían lleno de envoltorios de caramelos, de servillletas sucias, de vasos de cartón que tiempo antes contenían gaseosa. Se pusieron a pasar canales en la TV y hubo uno que les llamó la atención y era nada menos que el canal gastronómico.

Las dos emocionadas de instalaron al frente del televisor con la intensión de ver las recetas que en esa oportunidad ofreciera el conductor del programa. Esta vez no presentaron ninguna receta sino consejos de alimentación. Como por arte de magia se pusieron a prestar atención y anotar las recomendaciones del moderador.

GORDIS: Ay FLAKIS, nosotros si somos raras, mi nombre es GORDIS y soy más flaca que tú, y el tuyo FLAKIS y eres más gorda que yo, jajajajaja.
FLAKIS: Vamos al mercado para ver de cerca la comida de la que estaba hablando el tipo del programa.

Las dos salen muy curiosas al mercado, no sabían cómo era porque nunca habían ido; todo lo hacía las señoras que trabajaban en sus casas.

Al llegar al sitio, después de haber preguntado como veinte veces por al camino, se encontraron con un gran edificio, era viejo pero tenía mucha vida, allí cientos o más bien miles de personas se encontraban todos los días para buscar la comida que llevarían a su casa. Era el viejo mercado.

GORDIS: Vamos a conocer los alimentos que vimos en el programa y los anotamos para saber más de ellos.
FLAKIS: Oki doqui. Ay mira, aquí están los vegetales ¡Guácatela! Señor, señor ¿qué es eso?
VENDEDOR: Eso es vainita.
AMBAS: Jajajajajajaja, vainita, deberían llamarla bromita.
GORDIS: ¿y esto?
VENDEDOR: Esta es la zanahoria. Buena para la vista.
FLAKIS: Lo que comen los conejos. ¿y esto qué es?
VENDEDOR: Espinaca, tiene mucho hierro.
AMBAS: Entonces debe ser muy pesada, Jajajajajajaja
VENDEDOR: ¿En qué planeta viven ustedes que no conocen lo que se comen?
GORDIS: Por eso es que estamos aquí, para conocer los alimentos. Gracias señor, ahora vamos a ver otras cosas.

Siguen adentrándose en el mercado y se detienen en la Carnicería.
FLAKIS: Componte niña componte, que allá viene el carnicero, con ese bonito traje que parece un marinero. Jajajajajajaja.
GORDIS: No sé que marinero será ese, seguro debe ser el cocinero del barco. Jajajajajajaja.

Y empiezan las preguntas:
— GORDIS: Señor, ¿Cuál es el nombre de ese pedazo de carne?
CARNICERO: Eso es un muchacho redondo.

Ambas sorprendidas por el nombre de ese corte gritaron:
AMBAS: ¿MUCHACHO? Pero eso no se parace a un muchacho.
CARNICERO: Y este que llaman falda tampoco se parece a una falda; vean este por acá ¿Les parece un lagarto? Porque ese es su nombre y de paso lo llaman lagarto reina. Espérense un momento mientras atiendo a este cliente.
FLAKIS: Gordis, ¿eso que estoy viendo es lo mismo que creo ver? ¿Y eso? ¿y eso?
CARNICERO: Sí, eso es un corazón, que aunque parezca mentira no es buena carne, lo otro que señalas son patas de pollo, son ricas en gelatina y excelentes para subir las plaquetas, y lo que vemos por allá es una pata de cochino, es deliciosa con unos granos que llaman garbanzos.
GORDIS: Muchas gracias señor, tenemos que ir a la pescadería rápido, porque se nos está haciendo tarde.

El olor las llevó a la pescadería.

GORDIS: Llegamos, acá están los pescados. ¿Cuál será la diferencia entre pez y pescado?
EL PESCADERO: La diferencia es que el pescado es el pez que fue atrapado.
FLAKIS: Entonces es un pez pescado, Jajajajajajajaja
GORDIS: Señor ¿Qué pescado es ese que tiene cara de regañón?
PESCADERO: Ése es el Mero y lo que está viendo es un pulpo y esos que se parecen al pulpo pero son más pequeños son los calamares. Y por allá están las sardinas que son muy alimenticias, tienen mucho fósforo.
AMBAS: Muchas gracias señor, ahora ya sabemos con qué nos alimentamos. Y espero que no se queme con las sardinas, por lo del fósforo, Jajajajajajaja.

Después de una semana comentaron:
GORDIS: Parece mentira, que desde que fuimos al mercado estoy comiendo con más ganas y me siento mejor, sólo por conocer los alimentos.
FLAKIS: Si, ahora hasta me provoca cocinar con mi mamá y de paso, como que tú no has ganado unos kilitos y yo he perdido otros más. Ya no seremos Gordis y FlaKis, ahora seremos sólo nosotras dos.
Remo Tortello

lunes, 18 de enero de 2010

Fritz


Como aquella que hizo volar mi corazón como un caballo desbordado y me hizo despertar al borde del abismo. Justo a Tiempo.

Y en ese ir y venir de la realidad lo que creías cierto, ahora es falso, y los recuerdos que en tu mente perduraban no son más que imágenes que otros ya han olvidado.
Y el pasado se mezcla con un presente líquido; con olas de voces perdidas, algunas calladas, para hacerte imagen nueva, para hacerte movimiento.

Después de tantas tristezas, vienen las sonrisas a granel, como reírnos de nosotros mismos, de lo que quisimos hacer y no hicimos.

Tantas sensaciones, tantos recuerdos…que añoranza, que tristeza, que felicidad, hasta lágrimas. Quiero muchas cosas que no tengo, que algunas las tuve y ahora, las deseo volver a tener…

No dejo de ver la acera, ojalá me dejara de ver a mí.


Cadáver exquisito

lunes, 29 de junio de 2009

La Culpa es de Luis...

Cuento Comunal

Ciudad, dama luminosa de alma oscura que abrigas temores y fantasías. Entre esquinas y faros de relucientes cocuyos y luz de neblina cruza la brisa.

Te busco en cada esquina, te busco en cada faro. He recorrido todos tus lugares, y aunque te pude encontrar, tú no quisiste verme. Ahora soy yo quien ya no quiere ser encontrado ni visto, en esta agitada ciudad.


Sin embargo, no dejo de pensar en ti. No puedo, te trato mal, te alejo, pero no puedo. ¡Te escurres como una imagen subliminal detrás de todo! Eso no era parte de mi plan. ¿Eres tú el que se ríe detrás de la luna? Abandona ese lugar, me rindo, tómame de nuevo.

Déjame fluir por tus calles, alójame en el túnel de tu mirada; permite que vuelva a tus plazas y enséñame, reinvéntame, volvamos a besarnos ahora que ya no importan los espejos. Ahora que no nos mira nadie instálate para meterme debajo de tu piel, calentarte en tus noches, olerte en el día y reconocernos cuando nos miremos.


Si puedes…sólo si puedes llenar tus ojos nuevamente de mí. Sólo si puedes recordar las texturas, los aromas, los sentidos que una vez te dejaron ciego. Y a veces pienso que no podrás. Como a mí te dolerá tanto que preferirás apresarme en tu memoria.


Y, hablando de memoria, ¿Alguien podrá recordar los nombres de todas las esquinas de Caracas?



lunes, 15 de junio de 2009

La Tragedia de Angustia

MONÓLOGO
LA TRAGEDIA, PERSONIFICADA POR ANGUSTIA,
QUIERE SOBREVIVIR AL MODERNISMO.


Angustia entra en la sala, con las manos en la cabeza como si estuviera suplicando misericordia.

Autores, ¿Qué pasa con ustedes que ya no me toman en cuenta? ¿Será que ya estoy vieja y no me parezco a Ivonne De Carlo? ¡Contéstenme, mándenme una señal!

Llorando, tomó su automóvil, un Studebaker modelo 1952, al arrancar rumbo a su oficina, el carro se detuvo al frente de un salón de damas, intentó encenderlo nuevamente sin tener éxito; trató de parar una grúa pero ninguna le hizo caso.

¿Será que esta es la señal que me mandaron los autores? ¿Deberé entrar en ese antro de belleza para que me actualicen?

Gracias a unos señores, consiguió aparcar el carro en un puesto que estaba libre, casualmente a las puertas del centro de belleza. Al entrar, se dio cuenta de que los asistentes la miraban asombrados por su presencia; también observó rostros de los que había oído hablar, nunca se imaginó coincidir con ellos en un mismo sitio.

Siguiendo las instrucciones del lugar, tomó las llaves de un privado y observando curiosamente los ejercicios que hacían los demás asistentes, se dirigió lentamente al cubículo asignado. Sentada en un banco frente a un espejo, aguardando a quien la iba a atender dijo en grave voz:

Autores, ya sé lo que me pasa, estoy completamente desactualizada, no puedo luchar contra ellos. No puedo contra su humor, suspenso, relajantes cuentos, intrigas que llegan al clímax para luego desvanecer en un lógico final; a mi me tocan los procesos que no tienen solución, quizá mi nombre, Angustia, sea el imán para todos mis hechos; No quiero darme por rendida, pero estoy consciente de que el trabajo será duro. Ya no hay epopeyas ni batallas, todo tiene solución en la vida, pero conmigo la única solución es la muerte. Ustedes tienen otras cosas en qué pensar, la vida es otra. Me he dado cuenta de ello. Quizá alguno de ustedes se acuerde de mí algún día. Yo no tengo sitio en estos tiempos. El intrépido que se aventure a entrar en mi seno será bienvenido, acá no tengo nada que hacer porque yo nunca cambiaré. Dejo mi puesto a la novela, al cuento; al ensayo y a la comedia; a la poesía y a la crónica; a aquellos que van de la mano con el tiempo. No me darán nuevos papeles, pero siempre estaré presente en ustedes.

Remo Tortello

martes, 9 de junio de 2009

Cuento Comunal


Se miró en el espejo y no sólo se vio, sino que descubrió doce cabezas más, todas mirándola e introduciéndose en su mirada y en su recuerdo. Entonces pensó que todo era demasiado natural, natural y predecible; y que hastiaba de esos descubrimientos cotidianos. Unos descubrimientos que quizá sean cotidianos para algunos, pero cuando soy yo quien lo descubre y quien lo vive, no son naturales sino atípicos. Duelen, pegan, hieren y lastiman. Porque el dolor no es cotidiano, es el umbral que debemos cruzar para crecer, aprender y entender que somos criaturas condenadas a traspasar esa frontera para tocar la gloria con la punta de los dedos, al menos en alguna ocasión. Umbral que es cada vez más bajo y accesible. A través del que nos mostramos, y lecho en que descansamos mientras morimos.

Pero nadie puede decir que no hay una luz al final, quizás, como el faro de un tren que viene desde lejos y se acerca y sentimos el temblor de las vías bajo los pies. Y justo antes de morir aplastados te arrodillas y cuando silencia la noche decides buscar tu propia luz. La luna se abre en una sonrisa de gato. La vida se te escapa con cada respiración. Tu piel se eriza porque presiente la muerte y entonces, lo recuerdas. Al llegar la muerte la pudo espantar aferrándose al recuerdo de su niñez. Cómo sustituía piscinas por tambores de petróleo llenos de agua, en los que pasaba el día remojándose hasta que la piel se le arrugaba tanto que volvía a la vejez, y se descubría espantando la muerte.

Era un círculo vicioso, eterno, donde la vida ganaba, siempre ganaba. Ella reía, entendiendo que el círculo vicioso era más divertido que la burla a la muerte. Cerró sus ojos y dejó que las gotas frías le cubrieran el rostro, el juego estaba terminando. Un juego donde perdió el último hálito de fuerza que su alma pudiera albergar. Cada gota petrificó sus sueños pero no su sonrisa, porque ésta surgió de la burla a la vida. ¿Qué importaba entonces la muerte? ¿Por qué te vas vida? No me has dado tiempo de hacer lo que quiero. No he dejado huellas para los que dejo y los que vendrán. No me has dejado descansar la cantidad de amor que me sobra. No quiero ser egoísta con mis sentimientos. Y ahí quedó sonriente, aunque intensamente todo su yo lloraba, gritaba, se desgarraba, porque aquél era el momento en que más viejo se sentía y ya no tenía más tiempo…

Raquel, Karina, Nathaly, Dafne, Miriam, Hernán, Nora, Margarita, Gisela, Remo, Nurit, Iliana

miércoles, 3 de junio de 2009

Mi Otro Yo

Chamos, éste es el primer poema que he escrito:

En mi otro lado se esconde un elemento,
Qué hacer para que salga al descubierto,
No me deja amar a mis seres queridos,
No me deja decirles lo que siento.
 
Me hace sentir fuerte pero no lo soy,
Quiero estar feliz pero no lo estoy,
Cómo decirle a mi gente que la quiero,
A los que más amo son a los que más hiero.
 
Déjame darle un beso a mis hijos,
Déjame llorar a mis muertos,
Vete de mi, sal del escondrijo
Deja que siembre flores en mis huertos.
 
No me dejas a solas con mi esposa
Sabes que es lo que más deseo,
Envidia me da cuando a los demás veo,
Disfrutar de las suyas, regalarle rosas
 
Siento miedo de ti,
Siento miedo de mi,
Déjame enseñar mis lágrimas,
Deja descansar las ánimas.
 
 
Remo Tortello B

lunes, 1 de junio de 2009

Amiga Inesperada

La familia Altuve salió de Caracas con destino a San Carlos, Estado Cojedes, para pasar una temporada, fueron invitados por los Soriano, propietarios de una de las haciendas más prominentes del sector. Leonardo y Humberto, hijos de los Altuve y de los Soriano respectivamente, eran rivales, ambos sin saberlo luchaban por el amor de Adriana. El único testigo era una frondosa acacia que estaba en el jardín de la casa.

Eran ya como las cuatro de la tarde, cuando los invitados llegaron a la propiedad de los Soriano y lo primero que hizo Leonardo, casi sin mediar palabra con los anfitriones, fue correr hacia el jardín para saludar a su confidente, la acacia. Alejandro llegó más tarde porque estaba haciendo un recorrido a caballo por los alrededores.

Humberto se sentó al pié del árbol y empezó a hablarle como si éste lo entendiera:

— ¡Hola confidente!, aquí me tienes nuevamente aprovechando tu sombra, he venido a saludarte porque eres mi verdadero amigo, el único en el que confío, no sé si me atreva a declararle mi amor a Adriana, no hago más que pensar en ella día y noche, ¿crees que me haga caso con esta cara de chiste que no me puede quitar ni siquiera el cirujano de Michael Jackson? Ni siquiera sé montar a caballo, le diré a Alejandro que me enseñe para demostrarle a mi amada, que monto mejor que Gustavo Ávila conduciendo a Cañonero en el Kentucky Derby del setenta y uno. Bueno mi pana, me voy porque estoy famélico. ¿Tú me estás parando bolas verdad? Te lo pregunto porque siempre allí sin decirme nada, lo único que haces es echarme vainas cada vez que vengo, Mejor me voy porque quien me oiga hablando contigo va a creer que estoy fumado de irota.

Al rato llegó Alejandro montado en el caballo que le había regalado su papá porque las notas de ese último fueron excelentes. Dirigiéndose a su amigo le dijo:

— Epa chamo ¿cómo estás? ¿Hace cuánto tiempo llegaron? Estaba en el potrero viendo los becerros y aprovechando de conocer a este animal que me acaban de regalar, vamos a ver si te atreves a montar en esta temporada. Déjame bajarme para saludar a tus viejos.
Se bajó del caballo y se dispuso a darle la bienvenida a los recién llegados, luego llamó a Humberto para llevarlo al cuarto que compartirían; ya eran casi las seis y media de la tarde. Alejandro quiso darse un duchazo porque estaba cansado del viaje; salieron relativamente temprano de la casa, pero se detenían a cada momento, aparte de que se equivocaron de camino gracias a un descuido de su papá quien era el que manejaba. El camino les parecía extraño y por supuesto que no era el mismo, porque estuvieron a punto de llegar a Barquisimeto.

Alejandro dejó al amigo en el cuarto y aprovechó para dar una vueltecita por los alrededores de la casa, se fue a su lugar predilecto, la acacia.

— Hola, nuevamente vine para conversar contigo, algo debes tener tú para que yo venga a contarte mis pesares, ¿será que en tu otra vida eras sacerdote y reencarnaste en una mata? Si es así te digo que no vine a confesarme, lo que quiero es que me des un consejo; ¿Qué tal si voy a la casa de Adriana y le enseño mi caballo nuevo? La chama me tiene mal, cuando la veo me quedo como ventrílocuo sin muñeco en medio de un show. Bueno, sólo vine a decirte eso, mañana vuelvo para que me asesores.

Todos esperaban que Humberto saliera del baño para cenar; al rato se abrió la puerta del cuarto y era él, se sentía como lechuga en mostrador. Después de la cena salieron a la churuata para tomarse unos tragos. Ya era tarde y Leo sentía en los párpados un elefante trapecista.

Ambos se fueron a dormir porque el día siguiente empezaba a las cuatro de la mañana con el ordeño.

Cuando estaban en el cuarto, cada quien en su cama, Humberto le confesó a Alejandro el amor que sentía por Adriana, también le dijo que no se atrevía a declarárselo porque no sabía cómo iba a reaccionar ella; Alejandro, al enterarse de esto se contuvo, pero por dentro estaba más caliente que caldera de siderúrgica, los celos lo acechaban como hienas a presa fácil.
Para que tuviera confianza, Alejandro le dijo:

— No te preocupes vale, mañana será otro día y veremos qué se hace, te voy a enseñar a montar a caballo para que te luzcas al frente de Adriana. Duerme tranquilo que yo me ocupo de eso.

Al día siguiente no se pudieron levantar temprano por el cansancio acumulado, se desayunaron y se dispusieron a ensillar a las bestias para ir de paseo por los terrenos de la propiedad.
Humberto, ansioso por montar y presentársele a Adriana le dijo a Alejandro:

— ¿Por fin me vas a enseñar a montar bien?

— Si vale, fíjate, ya las sillas están puestas, lo primero que debes hacer es ponerte del lado derecho del caballo para montarte, quizá se ponga un poco arisco, pero eso es normal porque no te conoce; una vez montado, te quedas tranquilo a que yo monte el mío, por instinto tu caballo me va a seguir y si sientes que te vas a caer agárrate de la silla para que no te caigas.
Salieron a trote y por supuesto Humberto la pasó muy mal, porque Alejandro le dio a propósito las indicaciones que no eran, el aprendiz de jinete recibió una coz en la pierna, se cayó, se rasguñó con unas ramas bajas, en fin, eran él y el Pato Donald.
Cuando Humberto se enteró de que Alejandro a propósito le había dado las indicaciones que no eran, además de que un peón de la hacienda le dijo que él estaba tras la niña Adriana, la ira lo invadió, se sintió burlado; esa noche durmió afuera en una hamaca con la excusa de que tenía calor, sólo para no dormir con su rival convicto y desenmascarado. Se propuso a preparar su venganza.

A la mañana siguiente como si nada hubiera pasado desayunaron y se pusieron a hablar de los deportes que practicaban. Alejandro no hacía más que hablarle sobre la figura de las amigas con las que entrenaba, y le mostraba la manera de cómo se debía agarrar la raqueta. Humberto haciendo lo mismo empezó a hablarle acerca del boxeo y lo retó a un combate.
Casi simultáneamente acordaron irse a la sombra de la acacia, era un lugar fresco y no estaba muy cerca de la casa, al llegar allí, Humberto empieza a contar relatos de los campeones del Boxeo, tales como Joe Louis, Rocky Marciano y Cassius Clay entre otros, también hace una exhibición de las costumbres de cada uno de ellos, cuando en uno de esos ejemplos, le tocó la cara a su asombrado alumno y le dijo:

— ¡Dale pues, pelea!
Alejandro cree que es broma y le pide que pare la demostración
— ¡No me digas que tienes miedo! ¡Mariquita!
La pelea se prendió; puños, patadas y mordiscos era lo que se veía. Alejandro tiraba golpes a lo loco mientras los certeros puños de Humberto, acompañado de sus burlas, lo tenían loco.
— ¡Respeta a Adriana! Estás acostumbrado a embromar a las muchachas de este pueblo aprovechándote del dinero de tu papá.
— ¡Ah carajito, es eso lo que tienes, estás sangrando por la herida!
No supieron nunca de donde salió una voz ronca que los empalideció a los dos, las vainas secas de la acacia empezaron a caer a sobre ellos; la cara se les volvió, como dice el comercial, “blanco limpio insuperable”. La misteriosa voz les dijo:
Dejen de pelear, son amigos de toda la vida y la mujer por la quien luchan no es merecedora del amor de ninguno de ustedes. Los veo y me río, están asustados, parecen gallinas pirocas acechadas por un zorro. ¡NO LLOREN! Hasta hace un momento eran machotes, pero ahora son unos cagones. ¡SÍ, SOY LA ACACIA !
Ambos a la vez, con voz más temblorosa que gelatina de sin cuajar, dijeron:
— ¡Ay mamá, la mata habla!

Pasaron unos minutos en los que se oían sólo lloriqueos, lamentos, no tenían fuerzas en las piernas para salir corriendo por el susto y Alejandro por la zaparapanda de palos que había recibido.
La acacia les habló nuevamente:

— Me oyen y no me interrumpen. Esa muchacha por la que pelean no vale la pena, es una abusadora, es una de las que peor reputación tiene en este pueblo, la llaman “ la Chupetera ”; en este momento está con el marido que tiene desde hace un mes, le está contando cómo les sacaba dinero a ustedes. Así que me hacen el favor de darse un abrazo y se van a tomar un trago, eso no es nada; como pago a mis consejos tendrán que recitar mi himno, como lo haría en sus tiempos Rebeca González. ¿Me expliqué?

Sin responder, y con un hilo de voz que salía de sus intestinos, empezaron a declamar “Al árbol debemos” caminando hacia atrás unos cuantos metros, para luego emprender carrera hasta la casa.

Al llegar a la casa, pálidos como cirio recién prendido, no creían lo que les había pasado; lloraron, se rieron y dejaron aflorar sentimientos escondidos nunca experimentados. Quisieron investigar lo que les dijo la acacia y fueron a la casa de Adriana para comprobar la acusación que sobre ella pesaba. Antes de llegar vieron un letrero en una pared que decía “Adriana, la puta de la sabana”, dieron media vuelta y no hicieron comentarios, era verdad.
Cuando llegaron a la casa, callados, sin que la respiración se les sintiera, fueron al cuarto a terminar de arreglar el equipaje. Cada quien en el fondo del maletín encontró una vaina recién cortada. Sin mediar palabra fueron a visitar la acacia y le pidieron permiso para hacerle una inscripción en su tronco. “Eres nuestra mejor amiga” y se sentaron a su pie para conversar.
Remo Tortello