martes, 9 de junio de 2009

Cuento Comunal


Se miró en el espejo y no sólo se vio, sino que descubrió doce cabezas más, todas mirándola e introduciéndose en su mirada y en su recuerdo. Entonces pensó que todo era demasiado natural, natural y predecible; y que hastiaba de esos descubrimientos cotidianos. Unos descubrimientos que quizá sean cotidianos para algunos, pero cuando soy yo quien lo descubre y quien lo vive, no son naturales sino atípicos. Duelen, pegan, hieren y lastiman. Porque el dolor no es cotidiano, es el umbral que debemos cruzar para crecer, aprender y entender que somos criaturas condenadas a traspasar esa frontera para tocar la gloria con la punta de los dedos, al menos en alguna ocasión. Umbral que es cada vez más bajo y accesible. A través del que nos mostramos, y lecho en que descansamos mientras morimos.

Pero nadie puede decir que no hay una luz al final, quizás, como el faro de un tren que viene desde lejos y se acerca y sentimos el temblor de las vías bajo los pies. Y justo antes de morir aplastados te arrodillas y cuando silencia la noche decides buscar tu propia luz. La luna se abre en una sonrisa de gato. La vida se te escapa con cada respiración. Tu piel se eriza porque presiente la muerte y entonces, lo recuerdas. Al llegar la muerte la pudo espantar aferrándose al recuerdo de su niñez. Cómo sustituía piscinas por tambores de petróleo llenos de agua, en los que pasaba el día remojándose hasta que la piel se le arrugaba tanto que volvía a la vejez, y se descubría espantando la muerte.

Era un círculo vicioso, eterno, donde la vida ganaba, siempre ganaba. Ella reía, entendiendo que el círculo vicioso era más divertido que la burla a la muerte. Cerró sus ojos y dejó que las gotas frías le cubrieran el rostro, el juego estaba terminando. Un juego donde perdió el último hálito de fuerza que su alma pudiera albergar. Cada gota petrificó sus sueños pero no su sonrisa, porque ésta surgió de la burla a la vida. ¿Qué importaba entonces la muerte? ¿Por qué te vas vida? No me has dado tiempo de hacer lo que quiero. No he dejado huellas para los que dejo y los que vendrán. No me has dejado descansar la cantidad de amor que me sobra. No quiero ser egoísta con mis sentimientos. Y ahí quedó sonriente, aunque intensamente todo su yo lloraba, gritaba, se desgarraba, porque aquél era el momento en que más viejo se sentía y ya no tenía más tiempo…

Raquel, Karina, Nathaly, Dafne, Miriam, Hernán, Nora, Margarita, Gisela, Remo, Nurit, Iliana

2 comentarios:

  1. DEFINITIVAMENTE SOMOS BUENISIMOS POETAS!..... AH! FALTO ANEXAR A LUIS, QUE EL TAMBIEN PATICIPO AQUI!

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  2. Jaja. Sí, he aquí nuestro primer cuento comunal. De a ratos toma mucha forma. En otros momentos es surrealista

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