lunes, 15 de junio de 2009

Ser Rico es Malo

Existió, hace muchos siglos, un reino al cual el creador le fue infinitamente generoso. Lo pobló con personas amables, educadas y muy trabajadoras. Lo dotó de preciosos paisajes, grandes extensiones de tierras fértiles, abundante agua, un clima tropical extraordinario, diversidad de animales, todos los minerales existentes y, en especial, uno que Dios colocó por todos sus caminos. Éste era de color negro y sus habitantes lo llamaban Mene.


De un momento a otro, el Mene comenzó a ser muy codiciado por todas las naciones que no lo poseían. Era tanto así, que el resto del mundo estableció relaciones comerciales con este hermoso territorio, al que consideraban privilegiado por tener abundancia de este mineral. Dicho comercio le generó inmensas riquezas materiales que lo llevó a convertirse en un pueblo muy rico.


Con el pasar del tiempo, sus ciudadanos fueron perdiendo el interés por el trabajo ya que el dinero les llegaba muy fácilmente por la venta del Mene. Además, el rey y su corte repartían por doquier: comidas, casas y enseres para satisfacer las necesidades de su reino. Por este gesto sus ciudadanos lo veneraban como a un ser supremo, puesto que les solventaba sus más mínimas exigencias. Sólo tenían que hablarle y él les enviaba un emisario para que les complaciera su petición. Incluso, a veces iba personalmente a escuchar sus quejas.


Un día las cosas comenzaron a cambiar, el Mene ya no era tan codiciado. Perdía mucho valor en los mercados y los recursos que ingresaban por su venta, cada vez eran menores. El rey comenzó a impacientarse porque ya no tenía suficiente capital para complacer las constantes demandas de sus súbditos. Fue tanta su preocupación que muchos creyeron que se había vuelto loco. Hablaba a cada momento a sus ciudadanos para decirles que todo continuaría igual, que la merma de dinero no afectaría en nada y seguiría dándoles lo que ellos les pidieran.


Al cabo de varios meses, la situación empeoró. Los pobladores comenzaron a protestar por todos los lugares ya que no les llegaban los recursos para suplir sus necesidades. El país era un caos. Fue tanto el desconcierto que el rey viajó a una isla cercana, donde vivía un viejo rey que muchas veces le había aconsejado. Quien, además, le tenía asignado sus más fieles guerreros para que lo protegiera de cualquier magnicidio. Ambos, deliberaron por más de un mes. Llegaron a la conclusión que la única manera para lograr que la nación se recuperara y volviera a su anterior estilo de vida, era que todos sus habitantes comenzaran a trabajar, deberían producir lo necesario para su subsistencia. En pocas palabras, se ocuparan de ganarse la vida.


Esta propuesta fue rotundamente rechazada por todos, ya que su rey siempre les decía que ellos eran inmensamente ricos por tener mucho Mene y no necesitaban trabajar. Por tanto, consideraban que la riqueza del suelo era suficiente para suplir todas sus exigencias y muchos más. Ellos demandaban que el rey buscara otra solución más beneficiosa, siempre y cuando ésta le permitiera llevar la vida que hasta ahora habían tenido: se habían acostumbrado a tenerlo todo sin trabajar.


Esta posición del pueblo complicó aún más la situación. El país se volvió pobre. Aumentó la delincuencia, la desidia y el descontento. El rey perdió popularidad y ya no lo adoraban como antes. Se volvió gruñón, grosero con sus súbditos y no los complacía. Fue tanta la anarquía generada, que todos los ciudadanos prefirieron morirse de hambre, antes que ponerse a trabajar. El resultado final fue que el hermoso reino… ¡desapareció!

Aquiles Peña

1 comentario:

  1. Jaja! Me gusta el nombre del mineral especial.

    Es un relato muy directo, excelente crítica, no podemos decir que no sabemos de qué nos hablas.
    "Fue tanta la anarquía generada, que todos los ciudadanos prefirieron morirse de hambre, antes que ponerse a trabajar.." Ouch!! eso dolió.

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