jueves, 18 de junio de 2009

A Veces

A veces, en el ascensor
sólo somos dos extraños:
Dos absurdos,
como la humanidad que sube y baja.
Azotados por un huracán de negaciones,
contemplamos el reloj,
para evitar nuestras miradas.

A veces; bajo la dicha del árbol en la plaza,
quiero contarte mi vida, mi infancia y lo que quiero…
pero volteo y te miro callada y ausente
y entiendo que estás fuera de mi vida y de mi tiempo.

Pero justo en ese instante te volteas
y me obsequias la alegría de tus grandes ojos negros…
como un relámpago imprevisto me capturas
y sonríes apenada y nada puedo
decir cuando me dices :«¡Perdón!»
por no haberme escuchado.

Como una ola vas y vienes, no te cansas,
de llegar a mis arenas y volverte
hacia el mar invisible hecho con tus pensamientos
cada vez que volteas tu mirada.

Hernan Lameda

4 comentarios:

  1. Islas. Eso somos. Largamente separados, encuentros mínimos y dichosos entre olas que vienen y van...

    Me encanta!

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  2. Hernán, qué belleza de poema.
    "Bajo la dicha del árbol en la plaza" ... esa frase describe mis lunes que son días de contentura, gracias a este ascensor que no sólo sube a las galaxias infinitas, sino también baja al fondo fosforescente del océano. Feliz fin de semana!

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  3. Hernan!! me encanta... cuántas veces no me ha pasado eso? y es inevitable a veces sentir el deseo de agarrar a una de esas personas, y contarles de todo, para luego, seguir siendo desconocidos.

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  4. Esto me encantó, no puedo creer que no lo haya leído antes. El final...es precioso.

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