miércoles, 5 de agosto de 2009

Naturaleza y Magia


Después de varias vueltas perdidos, llegamos al camino de tierra angosto, que nos había indicado por teléfono el dueño del lugar. No había ningún tipo de señalización. Nos alejábamos cada vez más de la carretera principal, monte adentro. Llegamos a una reja, que estaba cerrada con un simple pasador. La atravesamos y continuamos subiendo por el sendero, intrigados y poco convencidos. No parecía que por ahí quedaría ninguna posada.

Caía la tarde. A medida que avanzábamos, el entorno iba cambiando para bien. El monte quedó atrás, ahora inmensos árboles y una exuberante vegetación haciendo reverencias, nos daban la bienvenida; más adelante, pudimos vislumbrar “La Cabaña de Los Abuelos”, ese era el nombre de una de las tres casitas que tenía la posada. Fue como llegar a la cabaña de los Robinson. Realmente bella y fascinante. Allí, nos esperaba Hugo, el posadero, quien nos recibió como si nos conociera de siempre. Amable, sencillo y directo. Después de darnos la bienvenida y hacernos el tour por la casa, nos dejó sobre la mesa de madera rústica, una lamparita, parecida a esas de gas que se usan en las películas de aventura. Antes de salir, nos preguntó a qué hora queríamos cenar.

Ya solos, mi hija y mi esposo, continuaron explorando la que sería nuestra morada por los próximos 2 días. Yo, clavada en el sitio, sin salir de mi asombro, giré 360 grados la cabeza para convencerme de lo que veía. Era sin duda un lugar fascinante. Decorado con exquisito gusto y un estilo que combinaba de maravilla, lo rústico con lo exótico. Adornos de indonesia, alfombras, hamaca tailandesa, grifos y ducha de bambú, techo de troncos de madera; en fin, por donde se mirara, había algo bello y especial.

Lo que me tenía contrariada y estupefacta era cómo digerir aquello.

Aclaro, vivo en Caracas. Una de las ciudades más peligrosas del mundo, donde la inseguridad acecha inclemente, en cualquier esquina.

Pues les cuento que la encantadora cabaña, no tenía paredes, por lo tanto, tampoco ventanas, ni ¡puertas! Estaba fusionada en perfecto abrazo, con la frondosa naturaleza del lugar.

Pensé, cien por ciento convencida: “yo aquí no me quedo”

Mi hija y mi esposo se reían de mi cara…

Entraba la noche. Y mientras ésta avanzaba, paradójicamente se apoderaba de mí un encanto especial. Decidí darle un chance a esa extraña seducción. Luego de acomodar nuestras cosas, nos dispusimos a ir al comedor de la casa principal, para cenar a la hora acordada.

Un gran agujero totalmente negro, era lo único que se veía fuera de la cabaña y justo por ahí, era el camino que debíamos tomar. En ese momento, mi hija sí que estaba asustada. El reto y la exaltación se apoderaron de mí con fuerza. Era el turno en la escena, de la pintoresca lamparita. En un punto del camino, decidimos apagarla y continuar a ciegas la travesía. Agarrados de la mano y con risas nerviosas, avanzamos por aquella boca de lobo, como tres niños que jugaban.

Advertir la compañía de las miles de estrellas en aquella negrura, mitigaba la zozobra. Sentir el susurro del riachuelo que corría a nuestro lado fue relax en medio del stress. Era inquietante no saber cuánto faltaba. Al rato, llegamos a un puente colgante. Lo cruzamos tambaleándonos sobre los palos de madera. En ese punto me volvió el alma al cuerpo, porque desde ahí ya se podía divisar a lo lejos, la casa principal. Igualmente cautivante, bellísima y abierta, con un patio para secar café muy grande en el centro. Resultaba difícil decidir entre ver cada detalle o todo el conjunto, nada parecía faltar ni sobrar, cada elemento de ese espacio despertaba interés y alimentaba nuestro deleite. Hasta esculturas precolombinas pudimos apreciar ahí, en medio de la amalgamada decoración.

Nos sentamos a la mesa elegantemente servida y disfrutamos una deliciosa cena, digna de la gastronomía de más alto reconocimiento ; amenizada por un concierto magistralmente entonado a cappella, por la vasta población de insectos del mágico lugar.

Tras la exquisita velada, regresamos a la cabaña. Para ese momento el lugar me había envuelto casi totalmente; embriagada de naturaleza y buen gusto, me sentía dispuesta a vivir intensamente la experiencia, con todo lo que ofrecía.

Justo al momento de dormir, desperté del ensueño y fui presa del conocido ruido mental. No podía sacarme de la cabeza lo vulnerable del lugar.- Cualquiera que quisiera podía entrar. Pensaba. Sentía que corríamos peligro. ¿Y los animales? También si querían, podían sorprendernos. Casi entré en pánico.

El encantador paraje me atrapaba, pero no me terminaba de hechizar. El ejercicio era árduo, mis paradigmas se imponían. Romperlos, soltarlos y confiar, eran la inalcanzable opción.

Tras horas de insomnio, fantaseando hasta con visitas del más allá, caí rendida por el sueño.

Amanecer ahí, fue un regalo. El mágico paisaje, a pleno sol, se pintaba con los colores de las más llamativas flores silvestres y exóticas, y de hermosas mariposas. El coro matutino lo entonaban la variedad de especies de pájaros propias del ambiente. El alegre riachuelo sorprendía en su recorrido, con cascadas heladas que nutrían pozos encantados.

La segunda noche, volvió de visita el ruido y esa vez repotenciado. Un árbol caído, había dejado sin luz a la posada. La oscuridad era insuperable y aliño perfecto para exacerbar mi paranoia. Sin embargo, el efecto hechizante del día, surtió sus efectos y mi estado de fascinación ganó la batalla. Pude seguir ahí, sin salir corriendo, hasta caer nuevamente, en profundo sueño.

Agradezco el haberme quedado. La oportunidad rompió mis esquemas, con ganancias infinitas.

No se queden sin conocerla. Es la posada Sierra Verde. Ubicada en Bejuma, Estado Carabobo. Un lugar privilegiado, en pleno ambiente de selva tropical. Diseñada por su dueño, un arquitecto que logró integrar su creación, con exquisito gusto y originalidad, a la exuberante naturaleza del lugar, con resultados que ofrecen una mágica y nutritiva experiencia.
Iliana Tugues

3 comentarios:

  1. estoy buscando un lugar para ir, así. Quedé transportada. tomo nota de las coordenadas (no son ficción, verdad?)

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  2. Si!!! toma nota no es ficción! Busca en You Tube: Hacienda Sierra Verde Posada Spa". El Spa no lo probé en esa oportunidad pero parece que es lo máximo, porque es al aire libre, al lado de una de las cascadas. Es verdaderamente un lugar de ensueño.

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  3. Que maravilla de lugar. Que increible y bien contada crónica.
    Conque por eso estabas perdida....
    También yo voy a tomar nota.

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