¡Hay cabida para todos, para los vivos, los muertos, para los pobres, los ricos, para los mentirosos, los infieles, los payasos, los niños, los grandes, los buenos y los malos!
Aunque hay mucho smoke y tráfico durante el día, y luces, muchas luces e inseguridad durante la noche, cuando estoy lejos ansío estar en ella, me da la sensación que al estar allí soy yo, también me siento cerca de lo que aún amo. Y pese a la contaminación y al ajetreo, todavía sigo teniendo cabida en ésta, mi ciudad.
Las muchas horas interna en una inmovible cola, me ayudan y a veces me hunden en una profunda pensadera, canto, lloro, hablo conmigo misma, hablo con Dios, lo mejor de todo es que él me contesta. Son momentos que antes de llegar a esta cosmopolita urbe, no vivía, paradójicamente no había tiempo.
Mi ciudad adoptada, la que en otrora fuera la de techos rojos, convertida actualmente en la urbe de altos rascacielos, además de cerros cundidos con ranchos simulando pesebre, también es la metrópoli de los tiroteos nocturnos, la capital de la matraca y viveza de los hombres de marrón y los uniformados azules. Una ciudad que me permite detallar a las personas que van en el vehículo de al lado e inventarles una vida, sin mencionar el hecho de bajar rápidamente los seguros del carro al acercarse un raro hombre o un motorizado.
Pese a todo lo que suena malo y lo peor, al vivirlo es desagradable, esta es mí adorada ciudad donde he disfrutado buenos y bellos momentos, recordados con mucha añoranza, aunque en ella también he vivido momentos tristes y negativos que quisiera olvidar y mí ciudad es tan noble y dinámica que en ella volveré a acariciar la felicidad.
Miriam Barroeta
Es muy cierto todo lo que dices, me gusta la referencia que haces sobre la ciudad "adoptada", especialmente porque esto se siente a través de la lectura del texto.
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ResponderEliminarEs como decir: Amor,si me pegas no lo hagas en la boca por que después ¿cómo te beso?
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